a que no se casó con nadie más que con la vida

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La coruñesa celebró ayer los cien años rodeada de los suyos | quintana

Va andando a la peluquería. Come de todo y en la mesilla siempre tiene un libro, la mayoría biografías de personajes monárquicos cuyas vidas se sabe de pé a pá. La coruñesa Titina Menéndez Mariñas sopló ayer cien velas rodeada de los suyos en el Real Club Náutico, donde firmó en el libro de honor con la condición de ser la más veterana de los socios. Sentada en una silla, la que ejerció de funcionaria y regentó una boutique, Chola y Celia, preguntaba por su bastón mientras contaba que su cabellera rubia era 100% natural.

Nunca necesitó tintes y tampoco a nadie que le dijera lo que tenía que hacer. Siempre lo supo y por eso contaba ayer que eligió la soltería como estado civil. No se casó con nadie más que con la vida, que sabía a salitre en verano cuando bajaba en coche a Estoril y colegueaba con don “Juanito” de Borbón o cuando cruzó medio mundo. Y es que Titina tocó el Polo Norte con los dedos, llegó hasta Japón y paseó por Argentina, pero si tiene que quedarse con un destino, lo tiene claro. Se queda con Rusia y sus museos. Con sus edificios y el paisaje que le llevó a hacer más grande su currículo de vivencias. Titina lleva dos años en una residencia, de la que se ausentó en su cumpleaños porque 100 años no se cumplen todos los días. Entre felicitaciones, decía no quejarse: “Mi cabeza marcha bien”.

La pequeña de seis hermanas afirmó vivir contenta. Detrás del mostrador del negocio que ocupó un trozo de la avenida de Alfonso Molina y al frente de un taller de costura. Siendo enfermera en el hospital Labaca durante la guerra junto a Ramón Cobián: “Éramos todas” y peinando los cuatro continentes. Sus 100 años solo se entienden en tiempo gerundio porque Titina no dejó nunca de hacer de la mano de una pandilla de amigas con las que vio los monumentos más bellos del mundo. Se paró a observar el atardecer de Estambul y bajó hasta Marbella para extender su toalla en veranos empapados de mediterráneo que hoy recuerda.

La memoria no le falla. Cuando le falta un dato, cierra los ojos y viaja en el tiempo. Busca ayuda en uno de sus familiares pero la cabeza, esa que no tiene pensado abandonarla, se lo sopla. Y el recuerdo vuela hasta el tiempo presente. Ella sonríe. Acompañada de regalos y el cariño de los que insisten en lo guapa que está. Salta a la vista. La mujer sabe posar ante la cámara y bromea: “Sácame joven”.

A sus 100, la prima del periodista Enrique Mariñas, no le da importancia a su vida, pero sin duda lo que ella lleva en su maleta daría para escribir una biografía como las que coloca cerca de la almohada y que le siguen permitiendo coger el coche al que se montaba antaño para ser libre. Marta García Márquez

a que no se casó con nadie más que con la vida

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